miércoles, 14 de noviembre de 2007

El pensamiento vivo de Manuel Puig

"EL PENSAMIENTO VIVO DE MANUEL PUIG"




La notable acogida tributada a su tercera novela -"The Buenos Aires affair"-, a pocas semanas de su aparición, parece confirmar el notable predicamento alcanzado por este escritor bonaerense de 40 años, que encarriló su vocación hace apenas diez. En un diálogo sincero, refiere aquí cuáles son sus más tenaces obsesiones, qué piensa de la Argentina actual, cuáles son sus fuentes de inspiración y qué conceptos le merecen Jorge Luis Borges, Juan Perón y Alejandro Lanusse. Además sus definiciones de machismo y sexualidad y su teoría general sobre la violencia.


Hace dos semanas, cuando Siete Días entrevistó al escritor Manuel Puig (40), su novela The Buenos Aires affair acababa de agotar la primera edición- 25.000 ejemplares- en el tiempo récord de tres semanas. Un poco para comentar este fenómeno literario y otro poco para detectar la personalidad del autor, una redactora de Siete Días invirtió casi cinco horas en un 5° piso de Charcas al •3400, en Buenos Aires, domicilio• de los padres de Puig. La decoración del departamento responde al buen gusto tradicional, índice del esmero y la pulcritud que caracterizan a sus habitantes, del obsesivo fervor estético que ellos profesan.
Aunque Manuel se apresura a explicar que "ésta es la casa de mis padres", allí tiene él su propio hábitat. Son dos habitaciones en donde es posible respirar otro aire: el dormitorio, imaginado como para un adolescente, con muebles pintados de amarillo y verde, silla de acrílico, sillón de mimbre y ampliaciones fotográficas con los rostros de Greta Garbo, Jean Harlow y Bette Davis, tapizando dos paredes sobre la cama (protegiendo su sueño o desvelándolo, vaya uno a saber). Y al lado el estudio, un cuarto repleto de afiches de películas de la década del '40 y de libros, que desemboca en un alegre balcón••- cuyo piso de baldosa luce como un espejo -. hinchado de plantas. En ese ámbito top secret transcurre la minuciosa - sigilosa• - actividad Iiteraria de Puig y también allí están guardadas, en pulcras
y ordenadas carpetas, todas las críticas que cosecharon sus obras aquí y en Brasil, Estados Unidos, Italia y Francia.
"No te creas que el ambiente que rodeó a mis escritorios siempre fue así de coqueto •- dice como disculpándose, mientras desenchufa un excitado teléfono. - Claro que todo esto es muy gratificante; pero en la época que escribí La traición de Rita Hayworth, que fue bastante larga, apenas si me alcanzaba para pagar un desapacible cuartucho de pensión en Nueva York. Evolucioné porque afortunadamente soy un tipo disciplinado y perseverante. Te cuento: La traición es el feliz producto que supo sobrevivir a tres rechazos por parte de las editoriales italianas y otras tres en Brasil; en Alemania ya perdí la cuenta y en Estados Unidos seis veces me cerraron las puertas."
Es que para Manuel Puig, nacido en General Villegas, provincia de Buenos Aires, bajo el Signo de Capricornio (y por añadidura el Día de los Inocentes, el 28 de diciembre de 1932) el oficio de escritor lo sorprendió cuando ya había cumplido 30 años y tras haber invertido doce - sin resultados positivos- en una. vieja y desenfrenada pasión: el cine. No es casuaI, sin embargo, que este entretenido pasatiempo que aprendió a degustar de la mano de su madre, con quien veía todas Ias películas que estrenaba el biógrafo de su pueblo lo haya impulsado a pretender abrazar la carrera cinematográfica como una primera e indiscutida prioridad. Por ella abandonó la facultad de Filosofía cuando cursaba tercer año y también el país - en 1956- detrás de esa quimera. Bien pronto el tiempo se encargó de demostrarle que sus ilusiones eran sólo eso: aprendió que el cine visto de adentro , ya sea como asistente o como guionista, no lo divertía para nada; al contrario , le producía decepción. Tras un periplo por las más importantes capitales europeas (Roma, Londres, París, Estocolmo), que exploró a ponchazo limpio "porque hasta lavaplatos fui", decide recalar en Nueva York. "En Norteamérica opté por aceptar un empleo de ocho horas en la compañía Air France, así el resto del tiempo lo ocupaba en escribir".
Pero en esta segunda etapa que sería la consagratoria aunque él no lo supiera, la enseñanza que le dio el cine finalmente iría a redituarle los primeros dividendos. Es que del Hollywood de la década del '30 y del '40 Manuel Puig heredó el lenguaje que emplearía, luego, en sus escritos. De la influencia que ejerció Hollywood sobre la gente de su pueblo y sobre él mismo surgieron los protagonistas de La traición... y, en 1969, Boquitas pintadas confrontándose de tal modo realidades y fantasías. Ahora, cuando su tercera novela parece instalarse en la huella de sus antecesores, otra confrontación surge como inevitable: las críticas han vuelto a saludar con alborozo a este intelectual que no lo parece, y de buena gana han reconocido que no es un intruso en la cúspide de la nueva narrativa latinoamericana, a la cual Puig incorporó formas y giros absolutamente inéditos. Pero, ¿quién es él y qué piensa de sí, de sus colegas, de la Argentina de hoy, y quiénes son sus paradigmas, cuáles sus recelos (que los tiene) y sus limitaciones? De las cinco horas de charla franca surgen las respuestas.

MANO A MANO
- ¿Cómo nació el título The Buenos Aires affair?
- De un pasaje de la novela en que la protagonista es reporteada; lo escoge ella como título del reportaje. Se trata de una mente colonizada culturalmente, ya que en otro idioma todo suena mejor, lo cual es un fenómeno muy nuestro. Es innegable que el idioma inglés influyó tremendamente en mi generación a través de Hollywood, y lo mismo les ha pasado a los más jóvenes con la música beat. Otros títulos posibles que imaginé: "Noches en el Ritz" y "Gladys Hebe D'Onofrio está en el cielo", pero el primero no era lo suficientemente paródico y el segundo tenía connotaciones que fuera de Buenos Aires no se alcanzaban a captar.
- Tal vez teniendo en cuenta lo que te pasó con los dos títulos anteriores, decidiste elegir este último con premeditación para no tener que cambiarlo luego con las traducciones.
- Sí, me pareció que era una comodidad, pero ya estoy teniendo dificultades con los Italianos que quieren cambiar el título por temor de que pase por novela yanqui; me han propuesto: "Scandalo a Buenos Aires", ¡vade retro Satanás! Yo propuse "Buenos Aires confidenziale" En la versión inglesa parece que tampoco quedará el "affair", porque para dar el exotismo necesario, quieren ponerlo ¡en español! Pero por supuesto allí se necesita una palabra castellana que se entienda, como aquí entendemos "affair". Así que no he soslayado dificultades: como en el caso de Boquitas pintadas habrá que buscar mucho. En inglés Boquitas se llama Heartbreak Tango (Tango del desconsuelo), y en húngaro irá con un verso sacado de la romanza principal de La princesa de las czardas , que dice "me apetece el beso de tu boquita...". En italiano se llamó Una frase, un rigo appena ( Una frase, un renglón apenas) de la canción Sorivini nnnnnn, y en francés Le plus beau tango du monde (El tango más lindo del mundo) del tango francés homónimo. Es curioso, los tangos argentinos más populares en el exterior se han tocado siempre sin letra, y por eso no se pudieron usar frases popularizadas de tangos argentinos.
- Siendo tan diferente la temática de esta novela a las dos anteriores, ¿ a qué atribuís su rápida venta en el país?
- En Editorial Sudamericana creen, al igual que yo, que el libro se vende porque el público espera encontrar algo similar a Boquitas. Claro que por mi parte he pretendido no defraudar a los lectores. Y por eso justamente les presento algo distinto.
- Como vos mismo confesaste en varias oportunidades, La traición... y Boquitas son autobiográficas. ¿Podés decir que los mismo sucede con The Buenos Aires affair?
- No, esta última tiene mucho menos material autobiográfico que las anteriores. Por supuesto, me refiero a épocas de Buenos Aires que yo viví y aludo a personas que conocí, pero empleando un porcentaje más alto de la imaginación. Por ejemplo la protagonista: yo conocí a muchas Gladys, la de la novela viene a ser una síntesis de todas.
- Vos que viviste tantos años en Estados Unidos, sabés bien que ningún ciudadano se atreve a caminar por las calles de Washington cuando oscurece. ¿Cómo explicás, entonces, que Gladys, la protagonista radicada allí y conocedora de esta realidad, de pronto decidiera largarse a caminar por Washington, de madrugada, para sufrir la triste experiencia que vos relatás?
- El peligro de las calles de Washington es cosa de hace menos de diez años y lo que yo cuento es de 1962. Washington está encerrada, el centro blanco queda detrás de un anillo de barrios negros. La delincuencia es casi totalmente negra, y data de las insurrecciones de los '60. Yo estuve en Estado Unidos antes de que los negros se rebelaran y era realmente cruel el trato que recibían de los blancos. Es el legado anglosajón. Inglaterra es un país terriblemente racista. Allí, por blanco que seas, basta tener acento extranjero para inspirar desconfianza.
- En un reciente reportaje que se publicó en Siete Días Edición Internacional, dijiste que durante los cuatro años que duró la elaboración de tu último libro pudiste mantenerte (viviendo austeramente) gracias al dinero percibido por los derechos de autor y traducciones. ¿Cómo explicás, entonces que, en el interín, hayas podido financiar seis viajes a Europa y Estados Unidos?
_ Uno de esos viajes fue pagado por la Editorial Gallimard , de París; otro por la editorial que vos representás, Siete Días. A cambio de artículos obtuve mi pasaje. Otro surgió de una invitación del gobierno alemán; otros dos fueron amortizados con charlas en universidades (Oxford, Yale, Roma, etc), muy bien pagadas; en estos casos, gracias a la intervención del doctor Germán Voldés, de Departamento Cultural de Relaciones Exteriores. Un hombre que en todo momento ayudó a los artistas argentinos, sin preguntar tendencias políticas. Mi último viaje fue pagado por la universidad mexicana. Y cada uno de ellos, te lo puedo asegurar, fue muy agotador.
_ ¿Controlás personalmente las traducciones de tus libros?
_ Por lo menos las que se publican en los cuatro idiomas que conozco (inglés, italiano, francés y portugués). Las peleas con lo editores son horrorosas porque están acostumbrados a hacer lo que se les antoja con los autores traducidos. Además, mis obras están resueltas principalmente, a nivel del lenguaje, no son obras de ideas, conceptuales, sino que todo está expresado indirectamente a través de lo que manifiestan los personajes. ¿Entendés porqué debo vigilar tan de cerca las traducciones? ¡Si supieras las que pasé con Boquitas pintadas! La traducción de los tangos fue mortal. Las letras de Le Pera ("Cuesta abajo", "Volver", "Volvió una noche") resultan directamente intraducibles. Me explico: su encanto reside en la musicalidad del verso, y eso se pierde en una traducción ( a no ser que la haga otro poeta). En cambio, las letras de Homero Manzi dan muy bien en la traducción: están siempre pobladas de imágenes fuertes que permanecen intactas en otro idioma. Usamos en inglés mucho de "Malena". Yo quería ponerle de título El frío del último encuentro ("Tu canción tiene el frío del último encuentro") o sea Chill of the last rendezvous. Pero resultaba demasiado kitsch para el gusto de mi editorial: son muy cautos. Finalmente triunfó Heartbreak Tango que es la traducción de lo que canta la lavanderita de la historia ("La culpa fue de aquel maldito tango"), una letra muy popular de Roldán.
- ¿Sos tan minucioso en tu vida privada o es una cuestión exclusivamente literaria?
- Sí, soy muy minucioso, puntual, exageradamente cumplidor. No puedo dormir tranquilo si sé que tengo cartas sin contestar. Además, sin sentido de la organización no habría podido llevar adelante mis negociaciones con editoriales extranjeras. Te aclaro que recién ahora recibo pedidos de afuera. Todos los demás contactos los inicié yo, mandando el librito a una editorial, con la cartita de recomendación y las consabidas fotocopias de críticas favorables. Y después de unos meses recibía la carta de rechazo, y entonces de vuelta a mandar el libro, carta y fotocopia. En Estados Unidos pasó una cosa curiosa: luego de rebotar seis veces, la editorial Dutton me tomó porque antes había publicado a Borges, un autor de prestigio para su catálogo, y les había dado ganancias inesperadas e incómodas para su rendimiento anual de impuestos. Entonces decidieron publicar a un autor nuevo, que fuera pérdida segura, y de paso tener algo más de latinoamericanos en el catálogo famoso. La traición fue lanzada en 1971 sin ninguna publicidad, pero una plana entera del New York Times hizo que la primera edición se vendiera en pocos días. Hubo una segunda edición, también sin publicidad, que hubiera languidecido en los sótanos de Dutton. Peto hete aquí que la American Library Association me votó como uno de los notable books del año. Pasé así, a integrar la lista de compra obligatoria de las bibliotecas asociadas, que son miles. Esto acabó con la segunda edición. Ahora hay una tercera que tampoco ha sido promocionada: no entiendo a los editores norteamericanos. Esta vez mi libro no tendrá tapas duras (ni costará 7 dólares, ¡un disparate!), será una vulgar edición de bolsillo, accesible a cualquier presupuesto.
- ¿Por qué en Norteamérica los libros se venden como artículos de lujo?
_ Hasta que un autor no consigue cierto prestigio, las primeras tiradas de su obra, como ya lo dije, son en tapa dura, y por lo tanto bastante inaccesibles. Para colmo, las librerías no tienen depósitos, como ocurre aquí: los libreros, entonces, piden ejemplares en consignación y esperan la opinión de la crítica. No te digo qué pasa si estas son flojas. ¡Vía con los libros, que terminan apolillándose en los depósitos de las editoriales! Por eso, si un autor no alcanza lo que se conoce como edición de bolsillo, resulta difícil hallarlo en las librerías. Aquí sí que tenemos verdaderos arsenales; si te lo proponés hallás un libro del siglo pasado. Justamente en diciembre, cuando visité Nueva York, pesqué una manifestación de escritores: habían salido a vender sus libros a la calle, porque no estaban en las librerías.

VOLVER
- ¿Después de doce años de permanecer fuera del país, cuando regresaste, en el '67, tuviste dificultad para hacerte de amigos? ¿Quiénes son tus amigos?
- Al volver, y sobre todo después de la publicación de la primera novela - que fue en el '68-, por primera vez en mi vida me hice amigos con facilidad. A través de los libros se me acercó mucha gente y nos entendimos sin problemas. Creo que personalmente no proyecto muy bien lo que siento o pienso, o lo que sea, y por eso me ha costado trabajo entablar amistades. Parece que mediante el libro me han sabido captar mejor las personas afines y hemos podido iniciar una relación profunda. Pienso que esto es lo más importante de mi carrera literaria.
_ ¿Qué explicación encuentra un hombre de 40 años, como vos, para continuar viviendo en casa de sus padres?
_ Muy pero muy complicada la respuesta. Es posible que se trate de una situación provisoria, y ante todo compensatoria, ya que casi la mitad del año la paso fuera del país. Cuando vuelvo quiero estar en familia.
_ A menudo la crítica ha elogiado el oído sensible de Manuel Puig para captar los diversos lenguajes de la gente. ¿Qué es lo que está captando tu oído en el momento político que vive hoy Argentina?
_ Me han dicho que hay una jerga que viene de la guerrilla y que se está infiltrando en el habla cotidiana. tengo la oreja atentísima.
_ Ahora que los argentinos estamos tan politizados, aún aquellos que siempre se jactaron de ser apolíticos, ¿qué opina el ciudadano Puig de la realidad nacional y qué sugerencias le haría al nuevo gobierno?
_ La realidad nacional me resulta apasionante; la vuelta a la democracia es un sueño increíble, de pellizcarse. ¿Sugerencia? Bueno, me seduce particularmente todo lo que sea una política tercermundista. Por ahí me parece que tendría que ir la cosa.
-¿Sos peronista?
_ Escuchá, el hecho de no ejercer una acción política directa ,me hace sentir oportunista si me embandero en lo oficial. Aunque confieso estar harto de la Argentina no peronista.

INSPIRACIÓN
_ Cuando un par de días atrás (después de leer tu libro) te pregunté si no había sido gratuito que Gladys, la protagonistya del "affair", aparte de todas sus frustraciones, tuviera la desgracia de quedar tuerta, contestaste: "No vayas a creer, la vida es dura". La tuya, Manuel, ¿lo fue?
_ La pérdida del ojo de Gladys es una castración., en cierto modo. Todos hemos sufrido castraciones. Mi gran castración fue un malentendido que hace poco pude dilucidar, relativo a la falta de carácter. Desde chico rechacé el mando, pero también esperé- ingenuamente- que se me tratara en igualdad de condiciones, que no se me manoseara. ¡ja! No sé si fue por identificación con héroes o heroínas del cine que derramaban bondad (Paul Muni, Greta, Norma Shearer), me pareció desde muy chico que la agresividad, la violencia temperamental, eran antinaturales. Me parecía antinatural el macho golpeado. Antinatural la autoridad del sacerdote, la del padre de familia, la del comisario. E incomprensible el prestigio de que gozaban esas figuras. En la relación familiar había un fuerte y un débil, y casi siempre el débil era la mujer, o debía serlo. Y en el seno del hogar se establecía un dominio, una forma de explotación, que naturalmente después se trasladaba a otros campos, en especial el del trabajo.
_ ¿Nunca, ni siquiera de chico, tuviste la necesidad de arremete a golpes contra un amiguito o un compañero de la escuela?
_ Escuchá: estaba en primer grado cuando un nene de mi misma edad me provocó y debí pelear a puño limpio. Yo no sentía ningún odio por él. Acepté el reto y fuimos a la esquina a pelear. Te vuelvo a repetir: no sentía nada, ni rabia ni miedo. Creí que iba a poder defenderme. No fue así; no podía cerrar los puños ¿te das cuenta? Mis brazos estaban como paralizados, la total falta de convicción en la escena que debía jugar impidió que me defendiera. Por supuesto, recibí una gran paliza. Pero lo pero fue la desazón que siguió: ¿por qué no había sido capaz de devolverle la piña? Durante muchos años temí ese tipo de situaciones; me sabía inhibido para la lucha. Con el correr de la vida comprendí que se trataba simplemente de un rechazo de la máscara machista. La seguridad en sí mismo es una fuerza, la prepotencia esconde siempre miedo.
_ ¿Qué siente un escritor costumbrista (al menos tus dos primeras novelas lo fueron) cuando decide narrar historias de seres sexualmente pervertidos, como en la última?
_ ¿Pervertidos? No me parece que sea la palabra más adecuada para mis protagonistas. Gladys es una mujer que no ha podido tener una verdadera comunicación con sus padres, con sus compañeras de colegio, con sus primeros festejantes. Coartada como está por una situación de inferioridad (no es linda), tampoco logra expresarse artísticamente; decide irse del país, se enamora siempre de imposibles, tiene una frígida relación sexual porque no llega a entregarse, hasta que le sucede algo: en la oficina de Nueva York, donde trabaja como secretaria bilingüe, debe quedarse un día después de hora con un changador portorriqueño que empaqueta y pega las etiquetas que Gladys escribe a máquina. Llegada cierta hora el changador tiene hambre y la convida con fritos antillanos y vino. A los diez minutos, están uno en brazos del otro, sin calcularlo, sin quererlo. Por primera vez, Gladys siente que vive una plenitud. Y desde entonces, su vida no tiene otro objetivo que repetir ese momento. Claro que con quien le puede brindar un futuro, como lo exige su mentalidad. Así comienza la búsqueda desesperada. En cuanto a Leo, el otro protagonista, es un huérfano criado por dos hermanas mayores, el cual percibe el horror que causa en ellas pertenecer al sexo opuesto. Leo asocia desde siempre sexo con asombro, ocultamiento. Su placer estará unido al rechazo de su pareja. Si bien Leo configura un caso límite, por desgracia no es tan raro.
_ Decime Manuel, ¿no resulta violento compartir lo que tal vez podrían ser tus propias represiones e insatisfacciones sexuales con el resto de la gente, con tus lectores?
_ Las insatisfacciones sexuales son , en general, motivo de burla. ¿Qué absurdo, no?, siendo un problema tan delicado. La burla puede provenir del temor, ¿no te parece? Pero estoy convencido de que hay que vencer falsos pudores y abordar el tema, desmitificarlo. Los problemas que presento en esta novela no son míos, pero podrían serlo; existen en mí como posibilidad; en todos nosotros existen, al menos potencialmente.
_ La imagen que sustenta Manuel Puig es la de una persona frugal: que come poco, que vive con modestia, que habla con cautela. Descuento, no obstante, que en algún momento de tu rutina cotidiana ha de producirse el gran despilfarro. ¿Podés decirme cuál es?
_ A ver... dejáme pensar... ¿Despilfarro? No, lamento desilusionarte, pero el derroche no es compatible conmigo. Ni siquiera me desquito con la comida, la bebida o el cigarrillo. Escribir: ése sí que es mi gran despilfarro: decílo, nomás. Se me va la vida reescribiendo un capítulo ocho veces, intentando diferentes técnicas...

MI BUENOS AIRES QUERIDO
_ Sabemos que sos un espectador asiduo de cine y teatro. Nos gustaría saber cuáles fueron las piezas teatrales que viste esta temporada y cuáles las películas más importantes. Y que nos hagas un rápida crítica de ellas.
_ Vi Los siete locos de Leopoldo Torre Nilsson, una gran sorpresa. No creí que se pudiera captar el mundo de Roberto Arlt en cine, pero ahí está. Me gustó también El asesinato de Trotsky, que es una obra muy personal, un poema fúnebre. Y el empleo mítico de Ava Gardner en El juez del patíbulo. En teatro me parece notable el trabajo de dirección de Santangelo en He visto a Dios, de una minuciosidad y coherencia estilística pocas veces vista en el teatro argentino.
_ Te propongo una serie de nombres. Agregále un calificativo o un comentario. Empecemos: Nicolás Mancera, Mirtha Legrand, Hugo Guerrero Marthineitz, Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, Woody Allen, Norman Mailer, Ricardo Balbín, Juan Perón, Alejandro Lanusse, Carlos Monzón.
_ ¡No! ¡Ante todo no soy una máquina de juzgar! Y por otra parte, como escritor soy muy cuidadoso con los adjetivos y tendría que pensarlo mucho. ¡No me animo, esto es una tortura!.
_ Lo lamento, Manuel, ¿pero qué te parece si cada tanto arriesgás algo, te comprometés un poco?
_ Veamos...Qué lío, ¿no? ¿Cuál es mi primera víctima? Ah, Mancera. Bueno, no trajo a Rita Hayworth como prometió. Mirtha Legrand me sugiere una caja de celofán con una orquídea. Hugo Guerrero: promoción. Arlt: ¡talento!. Borges: doctor Jekill y mister Hyde. Woody Allen: ni fu ni fa. Norman Mailer: el bochorno de no haberlo leído nunca. Balbín: el bochorno de no tener una opinión formada sobre él. Perón: la gran esperanza del peronismo y lo increíble: de la oposición. Lanusse: si fue él quien logró que se entregase el poder, sin guerra civil, ¡bendito sea! Monzón: detesto el boxeo, el automovilismo, todo lo que glorifique la violencia.
_ ¿Te interesan los temas de actualidad? ¿En este momento cuál es el que te atrae más?
_ Sí, ya lo creo. Ahora despierta todo mi interés la organización interna del peronismo.
_ ¿Tenés alguna idea esbozada como para una futura novela?
_ Afortunadamente, sí. De esta forma me desentiendo de la suerte de The Buenos Aires affair. Si ésta no funciona, tengo el consuelo de poder rehacerme con la próxima. La idea nueva se me ocurrió pocos días después de entregar el manuscrito de ésta a Sudamericana, un alivio. Te explico: durante la larga gestación de Affair tuve la impresión de que iba a quedarme vacío, que se trataba de mi último escrito. Con frecuencia me desesperó la idea de que nunca se me ocurriera más nada. La sorpresa: no bien me desentendí del último hijo, nació este otro proyecto que me tiene entusiasmadísimo. Es un intento de entrar en el inconsciente colectivo argentino. Una revisión de los mitos de mi generación.
_ ¿Cómo surgieron en vos las ideas de tus tres novelas y cómo las fuiste desarrollando? Concretamente: ¿cuál es tu organización de trabajo?
_ La traición nació en Roma. Estaba por cumplir treinta años, no me gustaba la ciudad, no tenía dinero, y mi gran vocación, el cine, que me había impedido terminar una carrera o trabajar cómodamente con mi padre, se estaba mostrando falsa. Fue así como intenté escribir un guión sobre recuerdos de infancia en mi pueblo de la provincia de Buenos Aires; pero sentí la inquietud de explayarme. Y el guión se volvió novela. La necesidad de explayarme provenía de la necesidad de aclararme por qué todo me había fallado, y busqué las razones de mi fracaso en mi infancia de espectador cinematográfico encarnizado. Esa fue la primera novela, y a poco de empezarla dejé Roma y el cine y me trasladé a Nueva York. La novela es ante todo mi personaje y los que lo rodean. Gente con mucho tiempo disponible, gente no integrada al establishment, que escucha a este chico que les cuenta películas cuando no está dentro del cine. Boquitas pintadas se generó a raíz de que habían quedado en el tintero una punta de personajes: me refiero a los conformistas, a los integrados al medio. Sobre ellos no había hablado porque no tenía suficientes datos, pero al volver a Buenos Aires reencontré a algunos al final de una trayectoria, muy defraudados. Y en base a esto intenté una interpretación de aquellos hechos que para mí habían quedado rodeados de misterio. La génesis de The Buenos Aires affair también está relacionada con mi vuelta al país, La oleada de censura, los hechos represivos a cargo del gobierno de Onganía, la figura de la violencia, todo estro motivó esta obra que naturalmente condensa una atmósfera opresiva que nos tocó vivir. Me pareció que los términos de la novela policial eran los que mejor se avenían a contar esa historia y ahí la tenés. Como escritor me falta el poder de síntesis de los periodistas. Así que si te queda espacio describiré mi organización de trabajo: soy metódico, me levanto a las nueve de la mañana y hasta el mediodía atiendo mi correspondencia, reviso traducciones y hago alguna otra tarea liviana. Almuerzo siempre en casa, una comida afuera me agota para el resto de la jornada. Duermo siesta entre las 14:30 y las 15:30 y después me encierro en el escritorio. Si es un día de suerte trabajo de 16 a 20.
_ En ninguna de tus tres novelas se advierte un compromiso ideológico, una toma de posición frente a la realidad argentina. Por eso hay quienes te acusan de escritor frívolo y pasatista. ¿Qué contestás?
_ En mis novelas no hay ningún juicio explícito; en mi análisis de la sociedad actual y de la década 30-40 trato en lo posible de aportar datos al lector, todos los elementos para que él mismo saque conclusiones. De esto modo, estoy convencido, la crítica es más efectiva, el lector participa de la investigación y se hace cargo del problema. En cuanto a que se me acusa de frívolo y pasatista, ¿quién? Si ha habido un escritor afortunado con los críticos argentinos y extranjeros ése he sido yo. Te cito lo que dijo Siete Días el 15 de diciembre de 1969: "En el casi desértico panorama de la narrativa argentina Manuel Puig con su segunda novela abre una brecha entre el conformismo y la mediocridad. Además de ser la novela más importante de la última década, Boquitas pintadas sindica a su autor como uno de los más audaces buceadores de la literatura latinoamericana". ¿De qué acusaciones me están hablando? En todo caso, tildame de sobrevalorado. Tomá, pongo a tu disposición todas las críticas extranjeras. Aunque no lo creas, nadie me dio palos.

DERECHO VIEJO
_ A través de tu historia es sabido que tu madre tuvo una influencia decisiva. ¿Cuántos años tiene la señora Male? Sabemos que es joven aún, y decinos cómo actúa hoy frente al Puig best-seller.
_ Mis padres están muy contentos con mi actividad literaria. Ellos tuvieron que aguantarse mis trece años en el cine que fueron una sucesión de expectativas y desencantos. Ahora me ven trabajar con entusiasmo y regularidad, ven que mis cosas interesan y sienten el consiguiente alivio. Mamá es conmigo igual que siempre, en cuanto a su edad ... ¡qué querés que te diga! Es algo parecido al misterio del Watergate.
_ ¿ Sos único hijo?
_ No, tengo otro hermano, Carlos, que es doce años menor. Se dedica a la plástica y también es artesano.
_ ¿Te psicoanalizás?
_ Ya no. Lo hice hace años y fue una experiencia positiva. Me sometí a un tratamiento intensivo de hipnoanálisis que me dio una capacidad de regresión especial: pude recordar mi niñez y adolescencia con toda claridad. Y aprendí a aceptar mis limitaciones y en los posible transformar una debilidad en una fuerza.
_ ¿Qué opinás de las relaciones prematrimoniales?
_ Me parecen naturales y necesarias.
_ ¿Y de la homosexualidad?
_ La última tendencia científica parece indicar la bisexualidad como lo natural. Esta teoría enjuiciaría tanto a la homosexualidad como a la heterosexualidad, tildándolas de especializaciones excluyentes.
_ ¿Es cierto que podrías competir en el programa de Odol contestando sobre la vida y obra de Greta Garbo?
_ Mi fanatismo por la Garbo proviene de que la veo desde hace 35 años, siempre en los mismos films, y cada vez logra sorprenderme como la primera o más. Es un genio absoluto.
_ ¿Qué tipo de música preferís? ¿Cuáles son tus músicos predilectos?
_ La música popular argentina de los '30 (Gardel, Lamarque, Magaldi), de Brasil ( Carmen Miranda), de Europa (de Zarah Leander a Carlo Butti), de Estados Unidos (Porter, Berlin, los blues) , y la ópera en general. No me llegó nunca la música beat, salvo la primera época de Los Beatles. Y algo de Bob Dylan.
_ ¿Cuándo no tenés absolutamente nada que hacer, qué diversión buscás?
_ El cine.
_ ¿Tuviste ofertas para llevar a la pantalla alguno de los libros?
_ Sí, varias. Muchos directores argentinos desean filmar Boquitas. Pero a mí no me interesa, sinceramente. Sería trabajar con material que ya me ha cansado. Bastante tengo ya con revisar las traducciones, que es inevitable. Además, esta novela tiene un atractivo de neto corte literario; para llevarla al cine habría que desmontarla, inventarle otra estructura. Prefiero trabajar en mi nueva novela.
_ ¿Qué actores elegirías para encarnar a Gladys y Leo, los personajes de tu novela policial?
_ Para ella veo ideal a Norma Aleandro. Con Leo es más difícil, no sé ni tampoco se me ocurre ningún actor extranjero. Tendría que ser un grandote con rasgos eslavos (es hijo de yugoslavos) y facha sensible, angustiada.
_ ¿Es cierto que no te atrevés a volver a los pagos de Villegas por temor a que te zahieran tus ex -vecinos, muchos de ellos inspiradores de las dos primeras novelas?
_Esa hostilidad es una leyenda. Recibo cartas muy cariñosas. Lo que me impresiona de un regreso a Villegas es que hace 25 años que no voy y encontraré a todos mis conocidos irremediablemente envejecidos. Oí lo que me pasó las otras noches: vi por la calle aquí en Buenos Aires, a una maestra mía. Recordé haber estado presente en el Club Social de Villegas (el deportivo) el día que la eligieron Reina de la Primavera. ¡En aquel entonces me pareció sensacional, claro! de repente me la encontré tan envejecida que sentí un escalofrío. Y es natural.
_ Vos tenés la apariencia de un hombre introvertido y parsimonioso, moderado y hasta tímido, pero cuando te hacen un reportaje como éste, ¿qué imagen te gustaría dar?
_ La misma. Estoy resignado, no tengo la menor pretensión de engañar a nadie.

Dionisia Fontán.

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